Victor Manuel Arbeloa o la banalidad del mal

El concepto con el que Hannah Arendt explicó la impresión que le causó la conducta del criminal nazi Otto Adolf Eichman en su juicio puede acuñarse a los artículos de Arbeloa en el Diario de Navarra. La banalidad del mal como definición de su continuo ataque al pueblo vasco y a sus aspiraciones de soberania y libertad

Cuando la pensadora Hannah Arendt asistió al juicio en Jerusalén del criminal nazi Otto Adolf Eichmann en 1961, quedó tan impresionada por como el asesino genocida, con pinta de oficinista o empleado de correos,  uno de los máximos responsables y ejecutores del holocausto, justificaba y trivializaba el exterminio de seres humanos basado en el  mero cumplimiento de órdenes, sin preocuparse ni pensar en las consecuencias éticas y morales de sus terribles actos, que acuñó el concepto de “banalidad del mal” para dar nombre a tal conducta.

Ese mismo concepto puede aplicarse a los artículos que al sacerdote Víctor Manuel Arbeloa le publican de forma asidua en el periódico portavoz del golpe fascista del 1936. Y en los que desgrana su obsesión contra el nacionalismo vasco.

Por muestra, el último publicado el 27 de enero de 2023, bajo el título “¿Puede haber un partido nacionalista moderado?” Y en donde repasa de forma somera una supuesta historia del devenir del partido fundado por Sabino Arana y de las diversas corrientes que, dentro del mismo, han planteado una política autonomista y estatutaria, frente a quienes levantaban la bandera sabiniana en defensa de la pureza doctrinal del fundador.

Se contesta el mismo articulista afirmando que, sí que hubo un partido nacionalista moderado: La Comunión Nacionalista Vasca, que así se denominó el partido entre los años 1913 a 1930. Y en donde, según Arbeloa, se calificaba como un grave error político el fijar la independencia como objetivo.

La banalidad de la argumentación del cura de Mañeru raya la temeridad y la desfachatez intelectual. ¿Cómo que ha existido desde 1913 hasta 1930 un partido nacionalista moderado? Si ese partido que acepta la legalidad monárquica y la estrategia autonomista y de Comunidad Vascongada, moderado y que hace dejación de toda aspiración independentista, es el actual Partido Nacionalista Vasco.

Se pregunta el emborrona páginas de Arbeloa, si alguna vez llegará “el nacionalismo vasco a ser capaz de aglutinar las diferentes concepciones identitarias de la sociedad vasca”. Nunca se cuestiona la incapacidad histórica del nacionalismo español que, desde la definición falangista de “unidad de destino en lo universal”, pasando por la “indisoluble unidad de la Nación española” que consagra la Constitución de 1978, y terminando por ser en la actualidad “unidad de mercado en lo universal”, se construye y se mantiene negando y agrediendo la existencia de otros nacionalismos periféricos.

Esa realidad, ni preocupa ni molesta al juglar Arbeloa, obsesionado con la existencia del pueblo vasco y sus aspiraciones de libertad y de soberanía. Por cierto, un paréntesis: ¡cómo debe escocer a Manuelín que su pueblo, Mañeru, quiera estar incluido en la zona mixta del euskera!

Sigue avanzando Víctor Manuel en su artículo hasta alcanzar altas cotas de banalidad. No podía finalizar su panfletillo pseudo intelectual sin atacar directamente al, según él “inexistente y falso derecho de autodeterminación” que “ni siquiera de boquilla puede se mantenido”.

Olvida el trovador que durante el franquismo tampoco existían los derechos de reunión, de expresión, de asociación…, ni libertades democráticas (de eso el periódico que le publica sabe un carro), y no por ello algunas gentes no dudaron en reivindicarlos y en luchar por ellos. Pues igual sucede con el derecho democrático que tienen los pueblos a decidir sobre su futuro, a ejercer sobre como desean realizar el libre desarrollo de los miembros de la sociedad, y al ejercicio de la capacidad de autogestión individual y colectiva de la propia vida.

La universalidad del derecho de autodeterminación se incardina con otros principios emancipadores (libertad, democracia, igualdad…) El hecho de que el ordenamiento jurídico actual no lo reconozca no significa que no exista como un derecho democrático que sirve para la resolución de la cuestión nacional, y a cuya práctica acuden los pueblos oprimidos de todo el globo terráqueo.

El amanuense ningunea y niega este derecho basado en su no inclusión en las normas jurídicas, como Eichmann negaba su actuación criminal debido a la obediencia a órdenes superiores. Ambas conductas son merecedoras de ser calificadas como “banalidad del mal”.

Únicamente el rotativo de Cordovilla se presta a ser el portavoz de este personaje que se las da de historiador, por el papel de fustigador del abertzalismo radical que interpreta de forma compulsiva y por los réditos políticos que, se supone, saca de todo ello la derecha.