Víctor Eusa: el arquitecto de los vencedores, el silencio de sus herederos

Pamplona empieza a limpiar su callejero de franquismo. UPN, Diario de Navarra y José María Aracama reaccionan con furia, dejando al descubierto su complicidad histórica con el silencio, la humillación y la impunidad.

«Defender a Víctor Eusa no es defender la arquitectura. Es defender la represión.»

Pamplona empieza a sacudirse el polvo del franquismo. Y la derecha navarra, en plena retirada simbólica, grita de rabia. El Ayuntamiento ha decidido retirar del callejero nombres de franquistas ilustres. Entre ellos, Víctor Eusa. La respuesta ha sido inmediata, automática, reveladora.

UPN clama indignado. El Colegio de Arquitectos se suma al coro. Y como no podía ser de otro modo, el Diario de Navarra —fiel cronista del viejo régimen— ofrece su tribuna. Allí, el 16 de abril, José María Aracama escribe lo que tantos piensan pero pocos se atreven a decir en público: que la complicidad con el crimen no importa si el resultado fue un bonito edificio.

Aracama no lo niega: reconoce que Eusa participó en el golpe de 1936, en la represión, en la depuración. «¿Debe ser retirado de la memoria urbana un arquitecto porque vivió su tiempo con las ideas de su época?», pregunta con descaro.

Así, UPN y sus altavoces nos dicen que dar apoyo al exterminio de más 3.500 navarra/os es un simple detalle histórico. Que confeccionar listas negras para fusilar vecinos no empaña una trayectoria. Que construir una ciudad segregada para vencedores y vencidos no merece condena, sino homenaje.

No es ignorancia. Es cinismo.

Víctor Eusa no fue solo arquitecto. Fue parte activa de la maquinaria represiva carlista que, desde despachos como los de los Escolapios y la Diputación, decidió quién debía vivir y quién debía morir. La Navarra que hoy camina hacia la democracia fue antes un páramo de terror, planificado por tipos como Eusa y justificado ahora por sus herederos políticos.

El Diario de Navarra, una vez más, no informa: encubre. No explica: blanquea. No da voz: silencia. Al permitir que Aracama exponga su defensa del golpismo sin una sola crítica, el periódico se coloca, una vez más, del lado de los vencedores de 1936. No es periodismo: es militancia.

Y UPN, que aspira a ser alternativa democrática, demuestra en este episodio que su ADN no ha cambiado. Que bajo sus discursos de modernidad, sigue latiendo la vieja Navarra franquista, la que considera que algunos crímenes son aceptables si se cometen en nombre de la «unidad», la «patria» o el «orden».

Defender a Víctor Eusa no es defender la arquitectura. Es defender el silencio, la humillación, la impunidad.

Cada calle que borra un nombre franquista escribe un renglón nuevo de dignidad. Cada grito de la derecha navarra revela su verdadero rostro: el de quienes nunca quisieron que la historia se contara completa.

Hoy lloran porque pierden símbolos. Mañana, quizá, llorarán porque pierdan el relato.