El problema de leer a José María Muruzábal es que uno nunca sabe a ciencia cierta si va o si viene. No se distingue bien si el que opina es el aficionado o el marchante. Si el que habla es cartaginés o fenicio. Si lo que le guía es la pasión y la sensibilidad, o más bien el afán por un aditamento pecuniario, un sobresueldillo por liviano que este sea.
Lo que sí es incuestionable es que a Muruzábal le encanta la notoriedad, sobre todo cuando esta es inmediata, fácil, low cost. Por esto forma parte de esa variopinta constelación de columnistas que cuajan el cosmos intelectualoide de Diario de Navarra, y que asiduamente castigan al personal con sus obsesiones. Y para ello Josemari, como la gran mayoría de quienes pueblan el “Parnaso” opinador de Cordovilla, ha encontrado la fórmula mágica, aquella que no falla nunca: zumbar a quien hay que zumbar, y hacer la pelota a quien hay que hacer la pelota, y hacerlo de la manera más descarada posible. ¡Bien joué, José Mari…!
Todo esto viene a cuento de la última encíclica de Muruzábal (Diario de Navarra, 20-V-2021), en la que nos habla sobre la posibilidad de abrir una exposición permanente para el pintor Javier Ciga. Un afán legítimo, muy posiblemente bien merecido, pero que él aprovecha para hacer pública ostentación de sus fobias y sus filias políticas. Y para ello falta a la verdad, manipulando hechos que en absoluto ocurrieron como él asegura. Menosprecia a una concejala, Maider Beloki, que elevó el listón de la cultura municipal a niveles que ni se recordaban en esta ciudad, insulta a técnicos municipales de trayectoria impecable, y defenestra informes técnicos a los que él no podría hacer sombra ni en sus mejores sueños. Y, por supuesto, todo ello mientras hace la pelota al actual alcalde con una efusividad que roza la impudicia. Alcalde, por cierto, al que adscribe aún a UPN, demostrando un nivel de desconcierto absoluto.
En un calentón a duras penas contenido, en tono faltón, se refiere a quien esto escribe como “el conocido personaje que ostentó la alcaldía”, y califica como “infamia” el hecho de que siguiéramos el dictamen de los técnicos en Artes Plásticas del Ayuntamiento, que desaconsejaban instalar una exposición permanente en el palacio del Condestable, tal y como él pretendía. Eso sí, la pasión por el patrimonio, el arte y el buen gusto se le pasa en el párrafo siguiente, cuando elogia sin disimulo el pelotazo urbanístico que Maya va a protagonizar en Salesianos. Para ese momento le importa ya poco el desastre que supondrán sus torres desmesuradas y horteras, que constituirán toda una agresión al trazado, a la volumetría y a la filosofía urbanística que otro pamplonés nacionalista, Serapio Esparza, quiso dar al Segundo Ensanche cuando lo proyectó. Uno puede imaginarse al bueno de Muruzábal pergeñando su homilía, con beatífica sonrisa y al borde del éxtasis, interpelando de tú a tú al alcalde en los más encomiásticos términos…
Y es que, en el fondo, lo que muy posiblemente preocupa a José María Muruzábal, lo que de verdad le mueve es que, a pesar de sus ímprobos esfuerzos, a pesar de sus afanes, a pesar de que lleva lustros acumulando puntos, las legislaturas se suceden y nadie le coloca en ninguna de las listas electorales de UPN o de Navarra Suma en puestos de salida. Exactamente igual que uno de aquellos sargentos chusqueros de la mili, que miraban incrédulos sus largas “hojas de servicios”, sin entender por qué no llegaba el merecido ascenso.
Desde estas líneas quiero invitar, como suelo hacer siempre, a leer el texto de Muruzábal que adjunto, para que todo el mundo sepa de qué hablo. Más aún, con este escrito quiero reivindicar el papel “impagable” de los sargentos chusqueros, y quiero animar al señor Muruzábal a que no ceje en su empeño.
Badakizu, el que la sigue la consigue, fortuna audaces juvat.
Ez etsi, Joxemari…!!!