La construcción del Navarra Arena en 2008 se empezó a gestar para dar cabida a los partidos de balonmano, después de que el Portland San Antonio conquistara la Copa de Europa. Por lo visto el Pabellón Universitario les parecía pequeño y los planes iniciales a aquellas mentes calenturientas e interesadas se les fueron demasiado lejos. Para colmo, entre 2012 y 2013 el Portland San Antonio desapareció de la escena por razones económicas.
Lo que no dice ni dirá Diario de Navarra es que, la faraónica obra del gobierno de UPN nos ha costado a toda la ciudadanía navarra 64 millones de euros, salidos la mayor parte de los fondos del Departamento de Políticas Sociales en plena época de recortes de los servicios públicos. Ese lamentable proyecto, entre otros, disparó el déficit y la deuda pública de Navarra. Por otra parte, su diseño y construcción fue posible gracias al respaldo del PSN como parte del programa Plan Navarra 2012.
Era la época del despilfarro y que siga la fiesta (recordemos entre otros el Circuito de Los Arcos), donde gobernaba en Navarra la “Cofradía del hormigón y el ladrillo”, protegida por la camarilla de políticos corruptos en el Gobierno de Navarra.
El Gobierno del Cuatripartito se planteó qué hacer con ese monumento al despilfarro; derribarlo o darle alguna utilidad social, optando por lo segundo. Esto no significó que fuera un acierto su construcción, sino que después de cinco años cerrado y asumiendo los coste de mantenimiento, sería lo menos malo.
El Navarra Arena seguirá siendo deficitario, porque su diseño y construcción no se hizo pensando en la realidad de la sociedad navarra, sino en los intereses de todos los sectores que intervinieron, tales como equipos de arquitectos, constructores, empresas suministradoras y un largo etc. Se podía haber apostado con un costo razonable por cubrir la plaza de toros, que apenas se usa nueve días al año.
Por otra parte, no es impensable el que de esos 64 millones de euros invertidos, algunos se perdieran por el camino en manos de políticos e intermediarios. Ya se sabe que “donde pan se corta, migas caen…”
La sociedad navarra jamás recuperará el coste de su construcción y mantenimiento con los eventos, por muchos que se programen, ni tampoco con el alojamiento de las oficinas de las Secciones Deportivas navarras. Es una losa económica pagada a escote de la que se beneficiarán cada año los 200.000 privilegiados.