Lo que no cuenta es que en el resto de Estado, las emisiones GEI tampoco van bien. En nuestra comunidad crecieron en un 3,8% en 2017, mientras que en el conjunto de las Comunidades el crecimiento fue del 4,46% respecto al año anterior. Esto no es para felicitarnos como navarros, pero la verdad es esa.
Las emisiones directas, que son las que se producen por las actividades realizadas en Navarra, aumentaron en 2017 un 41,95% respecto al año 1990, mientras que en el Estado alcanzaron un incremento menor del 17,91% respecto a ese año. Sabido es que desde 1990 solamente ha gobernado en Navarra el Cuatripartito una legislatura de cuatro años, por lo que a la hora de pedir responsabilidades, también habría que hacerlas a UPN y PSN.
El atribuir el aumento de emisiones GEI a un determinado Gobierno local es un dislate, ya que las Comunidades entre si son diferentes, con parques industriales y energéticos desiguales, ganadería, transporte… No se puede comparar Soria, que apenas tiene industria, ni térmicas, con las grandes urbes como Madrid, Barcelona Bizkaia etc., grandes generadoras de CO2.
Las emisiones GEI hay que contabilizarlas en el conjunto del Estado y las medidas a implementar para su reducción también, porque España sigue siendo uno de los países industrializados donde más han crecido hasta hoy. Se necesita un importante esfuerzo para alcanzar los objetivos de reducirlas un 20%, en 2030 y ser neutra en carbono en 2050. Mientras que en países como Alemania y Reino Unido estos gases cayeron en 2017, Portugal y España capitanean el ranking de los que más crecieron.
El tema de reducir las emisiones GEI es harto complicado y en el intervienen el modo de vida despilfarrador y consumista de la sociedad, la propia naturaleza, la pasividad de los gobernantes, etc. Así tenemos que el gobierno del PP reconoció «que lo esperado era que entre 2017 y 2030 las emisiones de GEI de España no bajaran si no se tomaban medidas extraordinarias». Para cambiar la situación se debería haber aprobado una Ley de Cambio Climático que incluyera medidas excepcionales, pero dejó la Moncloa sin ni siquiera presentar un borrador de la misma. Es preocupante que no hiciera nada desde el Gobierno, existiendo desde 2011 una exigencia de la Comisión de Cambio Climático del Congreso. Siete años perdidos en un tema tan vital…
Por fin, en uno de los últimos Consejos de Ministros de la legislatura de PSOE, se aprobó la Ley de Cambio Climático y que todas las Comunidades están obligadas a transponer a sus legislaciones, incluida la Comunidad Foral. En la nuestra, este proceso para la aprobación de la Ley «Anteproyecto de Ley Foral de cambio climático y transición de modelo energético» cuenta con participación ciudadana a través del «Gobierno Abierto» y es de esperar que sea aprobada este año. Por fin contaremos con un imprescindible instrumento para limitar las emisiones de los GEI, pero no nos hagamos ilusiones… puede que esto no sea suficiente.
Ante la pasividad preocupante de la sociedad, nos han sorprendido gratamente las recientes movilizaciones contra el Cambio Climático de los jóvenes europeos, ya que perciben que serán ellos quienes sufran las peores consecuencias. Los mayores deberíamos hacernos una autocrítica, reconociendo que nuestra ignorancia y egoísmo han hecho posible el llegar al estado tan peligroso en que se encuentra el Planeta Tierra y que la ONU advertía recientemente.
Personalmente dudo que sean las Leyes solamente las que pongan freno a la subida anunciada de las temperaturas, con todo lo que conllevan para la vida tal como la conocemos. Creo más bien que serán tragedias como las de Mozambique y similares las que nos hagan repensar el modo de vida. También y como se ha comprobado, con el despegue económico han aumentado los residuos y los GEI, por lo que una recesión económica que supondría frenar el crecimiento, ayudaría a mitigar el Cambio Climático. El resultado, menos viajes en avión, menos desplazamientos, menos usar y tirar etc., pero a la vez un respiro para el Planeta y los que en él vivimos.
Mientras el imaginario social siga creyendo que el crecimiento y desarrollo ininterrumpido sea un objetivo imprescindible, dudo que la situación climática y de reducción de la biodiversidad cambie y tenga algún futuro.
Por otra parte, dudo de que los gobiernos democráticos sean capaces de llevar adelante las enérgicas medidas impopulares e imprescindibles que requiere la situación. Enfrentarse a los grandes trust económicos, lobbies influyentes, multinacionales y también hay que decirlo, a la ciudadanía tiene sus riesgos.