Así lo confirma el editorial del día 10 de abril con el título “Impulso a la renovables”. Sumándose, de esta forma, a la corriente que hasta hace poco negaba el cambio climático (recordemos a Rajoy y las opiniones de su primo el científico), y que hoy propugna inundarnos de polígonos eólicos y huertos solares, junto a otras macro infraestructuras (canal de Navarra, TAV, tendidos eléctricos de alta tensión, minas…)
Como no podía ser de otra manera, el Diario de Navarra se ha convertido en un tenaz defensor del capitalismo verde. Porque lo que verdaderamente mueve a estos “nuevos ecologistas”, que tienen en el periódico del golpe fascista su nuevo portavoz, es la cartera. El cambio climático y la transición energética les interesa en la medida que no entorpezca sus interés económicos, o en la medida que puedan sacar ganancias de ello.
El ejemplo más palmario lo tenemos con lo que está pasando con Doñana, donde la Junta de Andalucía, gobernada por el PP y VOX, pero también con el apoyo de alcaldes del PSOE, aprueba una ley de regadíos que incumple con la normativa europea pero que favorece descaradamente al lobby de regantes y condena a la desaparición a corto plazo de uno de los acuíferos protegido más importante en el Estado español.
Y esa practica de cargarse espacios naturales fundamentales para la fauna y el medio ambiente, agotando sus recursos acuíferos por el uso extensivo y abusivo para regadíos, se extiende por todo el Estado (Tablas de Daimiel en Castilla-La Mancha, Doñana en Andalucía, Mar Menor en Cartagena, los Arenales en Castilla y León…), ya sea tanto con administraciones del PP como del PSOE.
Nos habla el editorial del objetivo marcado por la Unión Europea, de que en cada país (se entiende de la UE) para el año 2030, el 42,5% del consumo proceda de fuentes limpias.
No menciona, sin embargo, que la Unión Europea incluye dentro del concepto de “fuentes energéticas limpias”, la energía nuclear, el hidrógeno nuclear y la biomasa.
Por supuesto, el Diario de Navarra se alinea con la practica que el Norte rico está llevando con respecto a los países del Sur empobrecido, en donde se encuentran los minerales y elementos necesarios para las instalaciones eólicas y fotovoltaicas. Y que no es sino una forma de imperialismo ecológico extractivista. Les arrebatamos el litio, cobalto, cobre, grafito, zinc, níquel y las tierras raras…necesarios para los generadores eólicos y las placas solares europeas
Tampoco dice nada de esa gran mentira de que el aumento de instalaciones renovables supone una reducción de emisiones de efectos invernadero. Los datos nos dicen que, a pesar de las inversiones que, desde hace años, se viene haciendo en renovables, no se está reduciendo el consumo de combustibles fósiles, sino que las energías limpias se están acoplando de forma adicional a las fósiles para aumentar el consumo energético y el incremento de la economía.
Para complementar el editorial, en la sección “opinión”, hay un artículo de Idoia Zabaleta, profesora de la UPNA, titulado “Fiscalidad y problemas económicos”, en donde se vierte esta afirmación: “el marco fiscal idóneo debe partir de estos tres principios: sostenibilidad, crecimiento económico y calidad de las finanzas públicas”.
Sostenibilidad y crecimiento económico es un oxímoron (palabras contradictorias y opuestas). Si no se parte de la idea de que el cambio climático está profundamente ligado al consumo desenfrenado del estilo de vida opulento que ha impuesto el capitalismo en los países del Norte global, no es posible adoptar medidas justas y eficaces. Sin cambios en el modo de vida imperial será imposible hacer frente al problema medioambiental.
La línea de actuación de la UE, en lo que respecta al cambio climático, a la que se adhiere incondicionalmente el diario de la derecha navarra, está atrapada en la trampa de la productividad y en la no renuncia al crecimiento económico. Este capitalismo verde no tiene en cuenta los límites del planeta que, si se superan, suponen la desestabilización de la vida en la Tierra.
Una vez más, el Diario de Navarra se apunta a las ideas políticas neoliberales y capitalistas, marginando aquellas otras que hablan de un necesario cambio profundo de la estructuras económicas, y de un decrecimiento justo, democrático y eficaz, que garantice una vida digna para todas las personas del planeta.